En su mensaje con motivo de la Jornada Mundial de la Paz, que la Iglesia Católica celebra el primer día de cada año, el papa Francisco presentó tres propuestas: la condonación de la deuda externa, la abolición de la pena de muerte y la creación de un fondo mundial para la eliminación del hambre. En la entrevista ahora concedida a la colega Bernarda Llorente el Papa se refirió al problema de la guerra y de las guerras en el mundo, a la necesidad del diálogo y la escucha como camino para la solución de los conflictos y rescató el humanismo que reconoce la realidad y se opone tanto al negacionismo como a los dogmatismos ideológicos. Apoyado en su condición de líder religioso, pero simultáneamente y cada vez más como un referente político cultural a nivel mundial, Francisco utiliza todas las tribunas y las posibilidades que se le presentan para hacer llegar su mensaje más allá de las fronteras de la Iglesia Católica, traspasando los límites su propia comunidad, de su feligresía.
El Papa habla desde la Iglesia pero para el conjunto de la sociedad. Está convencido de que esa es parte de su responsabilidad, como líder religioso pero más allá de la condición particular que le otorga ser la máxima autoridad de la Iglesia Católica. Por ese mismo motivo -sin abandonar el sentido religioso de su mensaje- no elude ningún tema que se le plantea, ofrece respuestas a todos los dilemas y lo hace con lenguaje sencillo, coloquial, directo, para llegar a la mayor cantidad de personas independientemente de su filiación religiosa, de sus niveles educativos y de sus posiciones políticas.
Esta ha sido, quizás, uno de los cambios más notables del Francisco papa de hoy en relación al Jorge Bergoglio que conocimos en Argentina como arzobispo de Buenos Aires, Éste y aquel siguen teniendo la misma agudeza en el análisis, pero es evidente que se amplió la agenda, cambió el horizonte, mira el mundo en su diversa globalidad, pero también en su complejidad. Se esfuerza en pensar respuestas para un mundo atravesado por las guerras y los conflictos permanentes.
Lo hace desde su palabra, pero también involucrándose él mismo y comprometiendo al Vaticano en acciones político diplomáticas que buscan soluciones viables a los conflictos. En esa tarea Francisco no teme poner en riesgo su prestigio. Tampoco lo asusta el fracaso en el que naufragan algunas de sus iniciativas en la materia. Quizás porque considera que todo aquello que se haga -poco o mucho- vale la pena cuando lo que está en juego es la vida de las personas. Ya sea porque se ponen en peligro por el flagelo de las guerras o por la violencia de las injusticias.
Este es el lugar y la perspectiva desde la que hoy se para Francisco: abordar la agenda de sociedad, de la humanidad y sus problemas, y no encerrarse en la cuestión estrictamente religiosa. También porque teológicamente sostiene que “cuando negás la humanidad, negás lo religioso”, como lo dijo ahora en la entrevista que se acaba de conocer. Para Bergoglio no hay separación posible entre lo humano y lo religioso. “Porque no puede haber hecho religioso real si no es de un hombre o de una mujer”.
Y desde su perspectiva humanista el Papa que reconoce que la sociedad internacional está atravesando una guerra mundial compuesta de múltiples micro conflictos, denuncia a los poderes económicos internacionales, critica la hipocresía de los poderosos y -sin ingenuidad pero con firmeza- sostiene que de esa situación no se sale sino es reconociendo su gravedad, asumiendo la realidad conflictiva del mundo contemporáneo, denunciando, pero mediante el diálogo y la escucha mutua. Esa es su propuesta.
Al pueblo argentino y a su gobierno -aún sin ninguna mención explícita- le recuerda, entre otros temas, la importancia de la educación como factor de movilidad social ascendente y demanda una “escuela a la mano de todos, una universidad a la mano de todos” porque, dice, “es uno de nuestros orgullos”. Y le pide a las argentinos y las argentinos que “sigan luchando”, que se “defiendan de las ideologías” pero, al mismo tiempo, “que no se dejen engañar, que luchen por sus derechos”.
Una agenda y un mensaje que, tal como lo viene haciendo el Papa, trasciende largamente la agenda estrictamente eclesiástica y religiosa, para afrontar desde una perspectiva humanista los problemas y los desafíos del mundo actual. De la Argentina y el mundo. Ese es el lugar que hoy elige Francisco: para hablar y para actuar.
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