miércoles, enero 1, 2025

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El DÓLAR gana terreno en Argentina como moneda de pago: cuáles son los riesgos

La escena quedó grabada en el recuerdo de aquellos que tienen suficiente edad para haber vivido en persona los usos y costumbres comerciales de los años ’90, cuando regía la convertibilidad del «uno a uno»: cuando uno compraba un artículo relativamente caro con tarjeta de crédito, en plan de cuotas, el vendedor le preguntaba si prefería hacer el pago en dólares o pesos. Es claro que nadie iba al comercio con dólares en la mano, ni siquiera se le exigía que tuviera dólares depositados en una caja de ahorro. Pero el sistema, al ser convertible, aceptaba las dos monedas.

Claro, había un detalle fundamental: la tasa de interés que se cobraba por el crédito no era igual si uno respondía que quería pagar en pesos o en dólares. Era más barato cancelar en billetes verdes que en pesos. A primera vista, la situación parecía rara: si la ley de convertibilidad aseguraba que todo peso estaba respaldado por un dólar, ¿cuál sería el motivo por el que abonar con moneda nacional tenía un costo adicional? Lo cierto es que el sistema bancario seguía percibiendo un riesgo devaluatorio, y cobraba ese diferencial de tasa para asegurarse tener más dólares en sus activos.

No por casualidad, muchos hablaban del «voto licuadora», en alusión a los endeudados por la compra de electrodomésticos, que querían asegurarse la continuidad de la convertibilidad porque habían elegido saldar sus créditos en moneda dura.

El colapso del «uno a uno» hizo que durante años se volviera a la exclusividad del crédito pesificado. Sin embargo, todos los días aparecen indicios de un cambio de época en la que el dólar puede estar otra vez presente en las transacciones, y no todos están de acuerdo en que eso sea algo positivo.

En estos días, uno de los debates más calientes del sistema financiero es hasta dónde se debe permitir que el dólar circule en la cadena comercial y, más concretamente, cuál es el límite para dar crédito dolarizado a gente y empresas cuyos ingresos son en pesos.

Compra y operaciones cotidianas que se van pagando con dólares del colchón

En definitiva, la nueva etapa del plan económico que se viene en 2025 -que incluye expresiones tales como «dolarización endógena», «sistema bimonetario» y «competencia de monedas»-, una de las características será la del creciente porcentaje de las transacciones cotidianas que se paguen en dólares.

Para algunos, es un efecto buscado por el gobierno de Javier Milei, mientras otros creen que es una de sus debilidades. Lo cierto es que, cada vez más, se populariza, tanto entre empresas como a nivel de las familias, el pago en moneda extranjera.

El turismo es el ámbito más claro de ello -por la ventaja que implica pagar con dólar MEP a $1.170 en vez del dólar tarjeta a $1.366-, lo cual está dando lugar a una nueva categoría dentro del sector financiero, que pelea por dar la mejor tasa de conversión para comprar los dólares con los que saldar las compras.

Así, la Fintech argentina Cocos, que hace algunas semanas lanzó una campaña promocional para una tarjeta que permitía pagar indistintamente en pesos o dólares, ahorrando pasos de conversión de moneda en el trámite, hace publicidad con la tasa de $200 por cada real brasileño que pagan sus usuarios, frente a competidores que cobran $5 adicionales.

Lo cierto es que, en un verano en el que se proyecta que habrá una salida neta de u$s3.000 millones por turismo emisivo -dado el mix explosivo de peso argentino caro y monedas de la región devaluadas- se está exacerbando el uso de dólares -saldados como tales y no convertidos a pesos- a la hora de realizar los pagos.

Es lo que lleva al Banco Central a afirmar que, en realidad, no es tan grave la situación de la salida de divisas por turismo, porque el 50% de esos billetes verdes corresponden a ahorros propios. Es decir, se cumple el sueño de Toto Caputo y muchos ministros de economía que ocuparon su sillón: que los turistas argentinos saquen los «dólares del colchón» en vez de pedírselos a las reservas del Banco Central.

El mismo fenómeno que se está constatando en el turismo es visible también en las microimportaciones del comercio electrónico, al punto que buena parte de las compras realizadas en eventos como el CyberWeek y el Black Friday fueron saldadas en dólar MEP, también como forma de eludir la carga impositiva y abaratar el costo real.

¿Acelera el crédito en dólares por efecto del blanqueo?

Desde hace meses el crédito está expandiéndose a toda velocidad, lo cual no resultó sorpresivo para nadie, dado el bajo nivel al que había caído durante el peor momento de la crisis inflacionaria.

Aun así, los números son impactantes: en noviembre, los préstamos al consumo crecieron en términos reales -es decir, descontada la inflación- un 9,2% respecto del mes anterior, y un 29,6% en la comparación interanual, según un relevamiento de la consultora LCG.

Las cifras son más elocuentes aun para los créditos con garantía real -es decir, los hipotecarios y los prendarios para automóviles y bienes de capital-, que crecen un 12,4% real de un mes a otro.

Y en el caso de la financiación bancaria a empresas, el crecimiento mensual está en 2,5%, mientras que en términos interanuales se ubica en un 14,7% real.

Es un hecho que el propio ministro Caputo marcó como la clave que está acelerando la recuperación de la economía y que posibilitará en 2025 un crecimiento del PBI por más de un 5%.

El secreto para esta situación se llama «liquidez»: hay más pesos en los bancos por la política de reducción de la deuda remunerada del sector público, y también hay más dólares, por efecto del blanqueo, que dejó u$s22.000 millones en el sistema.

«La amplia disponibilidad de dólares, resultado del blanqueo, incrementó aún más la capacidad de otorgar créditos, aunque esta ya era considerable antes del proceso de regularización de activos. El crecimiento de los préstamos dependerá de las expectativas de depreciación, que desde la perspectiva del mercado parecen limitadas, al menos en el corto plazo», observa LCG.

Hablando en plata, los bancos tienen hoy u$s31.000 millones, de los cuales menos de la cuarta parte fue prestada al sector privado. Como referencia histórica, a mediados de 2018 -antes de la masiva salida de dólares de los bancos en previsión de la vuelta del cepo-, la masa depositada era de u$s26.000 millones, y más de la mitad estaba concedida en créditos.

Un ejecutivo de uno de los principales bancos de capital extranjero es elocuente respecto de la situación: «Parece loco, pero hoy las tasas en dólares están baratísimas, mucho más bajas para una empresa argentina que lo que costaría en Estados Unidos. Es el producto de la alta liquidez que generó en blanqueo».

Pero advierte que la situación no es la misma para quien se quiere endeudar en pesos. Hay una relativa iliquidez, que se ve en indicadores como la masa de LEFIs -los nuevos títulos emitidos por el Tesoro-, que en pocas semanas bajaron de un stock de $15 billones a $12 billones.

«Esa falta de pesos es lo que explica por qué no están bajando las tasas activas, las que cobran los bancos, a pesar de que están bajando las pasivas para los ahorristas. Aumentó mucho la demanda de préstamos y bajó la liquidez de pesos», afirma el ejecutivo, en off the record.

Los riesgos de usar el dólar como una moneda cotidiana

Es en ese marco que se está dando un duro debate interno del sistema bancario: ¿hay que volver a prestarle dólares a quien tenga ingresos en pesos, o hay que mantener la estricta regulación que limita esa financiación a los exportadores, los únicos que generan las divisas?

El gobierno no se pronunció públicamente al respecto, pero en el mercado se interpreta una intención de relajar la normativa, -de hecho, las opiniones en favor de una mayor permisividad viene de la banca de capital estatal-. 

La intención es que los dólares que hoy están en el sistema bancario terminen engrosando las reservas del BCRA. Si muchas empresas privadas emiten deuda -por ejemplo, en forma de Obligaciones Negociables pagaderas en dólares-, al recibir esas divisas las cambiarán por pesos para financiar sus proyectos, y en esa operación el Central sumará billetes verdes a sus tenencias.

No es que hasta ahora el movimiento haya sido pequeño: de hecho, se estima que hasta octubre la emisión de ONs era de u$s7.600 millones, frente al mínimo de u$s1.000 que se había dado en los dos años previos. La cantidad de empresas emisoras -en su mayoría, vinculadas al sector energético- se triplicó.

Todos en el mercado creen que hay potencial para que ese mercado se duplique en 2025, pero la magnitud dependerá, en buena medida, de cómo se resuelva la cuestión regulatoria. Los bancos de capital privado son los más reacios a relajar los permisos, y piden no olvidar las enseñanzas del 2001. En otras palabras, que ante una salida masiva de depósitos, se puede generar una crisis que haga tambalear al sistema.

Y la negativa no solamente se limita a los préstamos a las empresas sino que comprende también al mercado de hipotecas -que, de momento, sigue manejándose con la unidad de referencia UVA-.

«Una cosa es que vos puedas usar tu tarjeta de crédito y comprar en dólares, con un crédito de muy corto plazo. Otra cosa es darle un crédito hipotecario de muchos años en dólares a quien gana un sueldo en pesos. Muchos en el sistema financiero coincidimos en que volver a eso sería una locura. Ahora está todo bárbaro, pero en las crisis las cosas se pueden deteriorar muy rápido», advierte el ejecutivo consultado por iProfesional.

Preocupa la caída «por goteo» en los depósitos en dólares

El debate incluye la cuestión de cómo debe considerarse a quienes venden bienes en dólares, como un desarrollador inmobiliario o un concesionario de autos. Desde el punto de vista de los más «fundamentalistas», esos empresarios tampoco pueden ser vistos como generadores de dólares, porque sus compradores necesitan cambiar pesos en el mercado.

«Aun cuando vos tengas dólares guardados, no los podés generar. Solamente el exportador puede considerarse un generador de divisas. Parece una sutileza técnica, pero muy relevante para la estabilidad del sistema en el caso de una crisis», afirma el ejecutivo.

Y lo curioso es que a ambas facciones del debate les preocupa la caída «por goteo» en los depósitos en dólares. Para el gobierno, porque teme que esas divisas, que podrían ir a engrosar las reservas del BCRA, se «fuguen» del sistema, alentando un clima de movimiento financiero contra el peso.

A los bancos, esa pérdida de depósitos les sirve como recordatorio de que, como ocurrió en la histórica crisis del 2001, el ratio entre divisas prestadas y disponibles para los depositantes puede variar de manera drástica en períodos cortos.

Ese es el debate está en el corazón mismo del programa para la «economía con competencia de monedas». Suena raro que se discuta sobre un «sobrante de dólares» en un país donde las reservas del BCRA son negativas y donde el calendario de 2025 marca vencimientos de deuda por u$s17.000 millones.

Sin embargo, esa es la situación. Para el plan de Toto Caputo, la estabilidad depende de que se cumpla una premisa fundamental: que el peso sea la moneda escasa y el dólar empiece a usarse en las transacciones cotidianas.