viernes, enero 3, 2025

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Causas, azares y deseos | Página|12

Años atrás en mi consultorio un niño pequeño inventó un juego maravilloso. Encontró un dado entre los juguetes. Decidió que había que arrojarlo y de acuerdo al número que obteníamos nos desplazábamos por el espacio. El azar y el deseo de obtener determinado número nos indicaba la cantidad de pasos y hasta donde se podía llegar. En los márgenes de ese juego descubrimos juntos algunas cosas interesantes. Nuestro camino depende del azar y de nuestras elecciones. A veces uno puede desear mucho que salga un número, pero no lograrlo. Y con lo que sale uno puede inventar diversas maneras de transitarlo. Pasos bailados, saltados, en dos pies, en uno, pasos cortos, gigantes…

Descubrimos que el otro, con su manera de hacerse presente, en el marco de un encuentro, nos afecta y modifica nuestro juego.

Llegó un momento en que dudé: ¿era el juego del dado o de los deseos?

Debajo nuestro no había ningún tablero ni recorrido prefijado. Podíamos elegirlo.

Si aparecía una pared delante no podíamos avanzar, en cambio, si era una puerta podíamos abrirla y continuar.

En este diciembre de este año de espantos que ya termina y en el umbral del que viene, diría que un deseo es un soplo de tiempo. La fatalidad contrariada. El destino averiado. Historia a contrapelo. Sinrazón y corazón del mañana. Un reloj en desuso que sabe soñarse aurora.

La utopía que insiste en descarrilar a tiempo. Una conspiración de pulso inédito.

La cita con el querer seguir queriendo. El revés del reproche. Un había una vez que se vuelve un habrá. Una batalla puesta a andar.

Los deseos no se “piden” ni se autoengendran, no son esencias. Diría que los deseos se fabrican y se fabrican con otros, aun cuando estén hechos de causas, azares y enigmas.

Deseo, nos deseo, presentes y futuros capaces de cambiar las reglas del juego.

Que nuestra infancia y que nuestras batallas nos reencuentren, jugándonos.

Que tengamos márgenes de decisión para elegir como bailar los bailes que vendrán.

Capacidad de ilusión para soñar otros. Páginas íntimas y páginas colectivas (como éstas) para escribirlos.

Y capacidad de resistir activamente y bien despabilados a los bailes infortunados.

Agarro el dado, cierro los ojos, soplo, y lo arrojo.

Sin deseos, un fin y un principio no significan nada.