Nunca una marcha de jubilados había generado la expectativa de ésta. Que la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, estaba decidida a reprimirla se notó desde temprano, cuando a las tres y media de la tarde –una hora y media antes del comienzo oficial de la protesta–, ordenó a la Policía Federal avanzar sobre los manifestantes que se iban reuniendo frente al Congreso. Hinchas y jubilados, empujados por la infantería, que los hizo subir a la vereda, forcejearon. Un pibe de camiseta quedó cara a cara con un cabeza de tortuga; le prometió:
-Hoy vamos a hacer historia.
-¡Vayan a Bahia Blanca a ayudar, caraduras! – puteó también una mujer ante la provocación innecesaria.
El día ya estaba decidido. Una hora más tarde, con la plaza a medio llenar –a medias, porque tampoco habían llegado todavía todos los convocados–, la represión arrancó de la misma manera: sin ninguna justificación. Como un violento e inequívoco gesto de disciplinamiento.
A los gases y al avance de los camiones hidrantes le siguieron choques entre manifestantes y fuerzas de seguridad. Durante más de dos horas, desde el Congreso a la 9 de Julio, hubo manifestantes que tiraron piedras y armaron en la calle barricadas con volquetes de la basura. Incluso atacaron un patrullero que los policías dejaron oportunamente abiertos y le prendieron fuego al vehículo, en ese tipo de episodio que nunca queda claro si se debe a la mano de infiltrados o no. También hubo otros coches incendiados. Desde un hidrante, la policía de la Ciudad persiguió a manifestantes al grito de “corran, zurdos!”; según quedó registrado en un video -cuya veracidad también hay que poner entre paréntesis en tiempos de inteligencia artificial.
De otras consecuencias no hay dudas. Pablo Grillo, fotógrafo de FM La Tribu, recibió el disparo de un cartucho de gas lacrimógeno a la cabeza y sufrió una fractura de cráneo con perdida de masa encefálica. Lo operaron y está luchando por su vida. A Beatriz Blanco, una jubilada de 87 años, un policía le dió un bestial palazo en la cabeza que la hizo caer desplomada en medio de la calle; la ambulancia se la llevó ensangrentada. El recuento de heridos hasta ahora es de seis manifestantes. Diecisiete policías, según informó el ministerio de Seguridad, necesitaron atención médica; uno de ellos estaría en situación crítica, con una herida en el cuello.
Las detenciones fueron masivas: según Bullrich fueron cerca de 150 las personas privadas de su libertad (entre ellos estuvo el titular de ATE Capital, Daniel Catalano). Al cierre de esta nota, la represión había frenado, pero la manifestación del Congreso continuaba, convertida en un cacerolazo en los barrios porteños y ciudades del interior (ver aparte).
Los reclamos
Fue una marcha masiva, porque la convocatoria de los hinchas de fútbol a acompañar a los jubilados –para impedir que siguieran siendo gaseados cada miércoles– sumó a gremios –las dos CTA y gremios de la CGT–, a movimientos sociales, a partidos opositores, tanto de izquierda como al peronismo.
¿Qué se reclamó con la concentración?
* Un aumento en las jubilaciones (hoy la mínima es de 279 mil pesos más un bono de 70 mil).
* Recuperar los medicamentos gratis, ya que el gobierno de Milei restringió la canasta del PAMI y el precio de los remedios se triplicó.
* Que se reabra la moratoria previsional, dada de baja por La Libertad Avanza, porque 9 de cada 10 mujeres y 8 de cada 10 varones cercanos a la edad de retirarse no podrán jubilarse sin ella.
La protesta enlazó la identidad popular del fútbol con un reclamo de índole claramente político. En la plaza, Walter, vestido con la camiseta de River, 55 años, explicó por qué se había movilizado: «Cuando mi papá se jubiló lo ví feliz. Ahí me di cuenta de la importancia de tener ese ingreso, de saber que por lo menos vas contar con lo básico para vivir, para poder comer”, dijo.
Maxi, de 30 años, xeneize, también habló de sus abuelos y su papá, jubilados. “Cobran la mínima, no les alcanza para nada y me parece muy injusta la situación”. Todavía no habían empezado los gases. “Si este gobierno no los escucha hoy, no los escucha nunca más”, opinó.
Rodrigo, de 22, llevaba la camiseta de Independiente. Contó que estudia profesorado de historia y trabaja en una metalúrgica. “Mis abuelos vinieron de Santiago del Estero con diez años, y a los doce empezaron a trabajar. No está bien que hoy no tengan una jubilación digna”.
El balance del gobierno
Bullrich defendió su operativo antiprotestas. Puede pensarse que sus consecuencias fueron demasiado graves: podemos recordar también que estos operativos tienen el objetivo de mantener abierto el tránsito. ¿Cuál es sentido de hacerlos?
La ministra se adelantó a cualquier crítica de este tipo y salió asegurar que con el operativo había evitado un mal mayor: dijo que los manifestantes («energúmenos”) fueron “preparados para matar” y que querían “tomar el Congreso”. Como prueba, aseguró que les secuestraron armas de fuego, armas blancas y “papeles donde tenían anotado” su presunto plan. Sin embargo, los propios manifestantes registraron con sus teléfonos que la policía plantó un arma de fuego en la plaza (ver aparte.
“Esta gente venía a por todo, a tomar el Congreso. En general, las marchas como esta comenzaban con 40 o 50 jubilados, después se sumó la izquierda y ahora se sumaron todos estos grupos… Es una mezcla de narcopolítica con otras personas”, dijo Bullrich
La ministra desplegó en la plaza a cinco fuerzas: Policía Federal, Gendarmería, Prefectura, Policía de la Ciudad y Servicio Penitenciario. “Nosotros no nos distrajimos ni un minuto del operativo. Estaban todas las fuerzas federales para ayudarnos en las detenciones, incluida la Policía de la Ciudad y el Servicio Penitenciario. Teníamos una cantidad de efectivos muy importante, pero trajeron un gran nivel de barrabravas, lúmpenes, de cualquier cosa. Seguramente muchos de ellos tenían antecedentes penales”, añadió.
El vocero presidencial, Manuel Adorni, sumó elementos a ese relato y escribió: «La izquierda argentina, un cúmulo de violencia, criminalidad, deshonestidad e infantilismo intelectual». Más tarde, publicó fotos de piedras en la entrada de la Casa de Gobierno con un texto que consignaba: «Atentaron contra la Casa Rosada utilizando las piedras que recordaban a los fallecidos por la pandemia».
El presidente Milei mostró en X una foto de una pintada en una pared cerca de la Plaza de Mayo que decía: «Hay que matar al Presidente», y escribió: «Los demoKráticos…». El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, destacó que con el gobierno libertario “los conflictos que hubo fueron ordenados y la calle fue recuperada”.
Meter miedo
¿Qué se puede esperar para los días que vienen? Todo indica que una fase de más autoritarismo y mayor violencia contra quien se oponga al gobierno de Milei o intente expresar un reclamo sin resignarse a lo testimonial. El mensaje de la jornada es ese: tengan miedo. Protestar puede costar más que unas horas de detención o una corrida.
La respuesta represiva, inaugurada por Bullrich en diciembre de 2023, diez días después de la asunción de Javier Milei en la Casa Rosada, se venía centrado en desorganizar a los sectores populares más pobres, como los movimientos sociales, y a las protestas de cariz más político, como las manifestaciones contra la Ley Bases, siempre con cierto cuidado de a quién darle con el garrote. Cuanto más pobre y marrón, mejor. Se amplió a los jóvenes con la Ley Bases; llegó a los jubilados y parece que va a lograr naturalizar pegarle a los viejos.
La marcha de ayer empezó a poner en el radar, además, a otros sectores, tras estigmatizarlos como barrabravas. Por más que la ministra asegure que los manifestantes fueron «lúmpenes, energúmenos o mafiosos», lo que se vio en la plaza fue otra cosa: gente laburante, con su camiseta pero con argumentos, no barrabravas movidos por el gusto de romper–. También avanzó con dar palos pese a que la movilización había juntado un buen número. Si se busca anotar una cal y otra de arena, puede señalarse otro dato a mirar: la presencia de varones no militantes ni muy politizados que se sintieron convocados a la protesta, algo que no era, hasta ahora, para nada frecuente.