Como decía Guillermo Francella en «El secreto de sus ojos», se puede cambiar de todo, menos de pasión. Y es por eso que mientras el mundo debate el shock arancelario impuesto por Donald Trump, en Argentina la atención sigue puesta en el dólar.
En todo caso, el debate corrió apenas el foco, y pasó a considerar si el ingreso de divisas que Toto Caputo prevé para este año quedó alterado por el sacudón del comercio mundial. Sobre todo, porque la principal consecuencia de la movida arancelaria será una mayor inflación estadounidense puede ser una suba de tasas que cambie los flujos de capitales y, por ende, castigue el precio de las materias primas que Argentina exporta.
En principio, es temprano para sacar conclusiones, pero ya hay algunas señales de precios que no encienden esperanzas. Por ejemplo, el petróleo WTI, que antes del anuncio de Trump cotizaba a u$s71 por barril, cayó abruptamente a u$s67.
No es algo que cause sorpresa, claro: el propio Trump había hecho campaña con la promesa de un abaratamiento de las naftas. Y, ya sea por una recesión o por un incremento de la producción local -con el mantra «drill, baby, drill»-, todo indica que al menos ese objetivo trumpista se cumplirá.
En otros tiempos -sin ir más lejos en 2022, cuando Rusia invadió Ucrania y disparó las cotizaciones del petróleo y el gas- esto habría significado una buena noticia para Argentina, porque en ese momento era un importador neto de energía. Tanto que ese año gastó un 16% de sus importaciones en gas, a un costo de u$s12.868 millones, con un déficit neto de u$s4.500 millones.
Pero se suponía que ahora iba a operar el efecto inverso y que el petróleo sería uno de los pilares de la economía. Uno de los principales argumentos esgrimidos por Caputo para fundamentar que hay un cambio de paradigma es que Argentina ya no depende íntegramente de las exportaciones agrícolas, y que por ser una potencia petrolera en ciernes, el segundo semestre del año -cuando habitualmente afloja el ingreso de sojadólares- empezará el efecto Vaca Muerta sobre la balanza comercial, con un ingreso neto de u$s8.000 millones. Por lo pronto, ese número quedó en duda por la volatilidad de los mercados.
Y además, si ya había dudas respecto de qué harán los productores sojeros, que se venían mostrando renuentes a acelerar la liquidación -pese a la rebaja de retenciones- ahora esa incertidumbre se acrecienta.
Cuentas en rojo
Caputo intentó minimizar la gravedad del momento con un argumento aparentemente irrefutable: si los productores agrícolas están más cautelosos de lo habitual para sacar la soja de los silobolsas, en algún momento aumentarán su volumen y se recuperarán esas divisas. De la misma manera, si un importador compra de más ahora, luego eso se compensará con menores importaciones en los próximos meses.
Pero claro, lo que el ministro no dijo es que esos empresarios están pulseando con el gobierno, y que si llega a haber una devaluación al BCRA le costará más caro comprarles los dólares a los productores sojeros, y además habrá perdido más divisas de los necesario por las importaciones adelantadas.
A pesar de los esfuerzos por trasmitir calma al mercado, las reservas del BCRA siguen peligrosamente cerca de perforar los u$s25.000 millones.
Y estos temores se ven agravados por un indicador del cual el gobierno no habla, pero al que los expertos -empezando por el staff del Fondo Monetario Internacional– le ponen la lupa: el déficit de cuenta corriente. Esta diferencia entre los dólares que salen y los que entran lleva en rojo 10 meses consecutivos, y las consultoras están revisando sus pronósticos: algunos ya lo ven cercano a 2% del PBI para este año si el gobierno se empeña en sostener al tipo de cambio «planchado».
La alerta de Cavallo
Y es ahí cuando vuelve un fantasma del que se habla poco pero que los economistas veteranos de otras crisis tienen muy presentes: el riesgo de que la corrida cambiaria se pueda transformar en algún momento en una corrida bancaria.
El tema está volviendo sobre el tapete porque hay varios analistas que han cuestionado las cuentas de Caputo respecto de cómo, tras el acuerdo con el FMI, los pesos de la economía tendrán un respaldo inédito de dólares guardados en el Banco Central.
Y las dudas van más allá de cuál sea el volumen de la ayuda del Fondo y en cuántas cuotas se pague, sino por el hecho de si Caputo está sobreestimando su capacidad de respaldo del peso al contabilizar las reservas brutas -que incluyen encajes por depósitos en dólares-.
Para sorpresa del mercado, fue el mismísimo Domingo Cavallo quien lanzó la alerta. «La simple continuidad del manejo cambiario y el uso de reservas que pertenecen a los depositantes de dólares en el sistema bancario para intervenir tanto en el mercado cambiario oficial como en los mercados pseudo libres (CCL y MEP) no conduce a consolidar el clima de desinflación», advirtió el siempre influyente creador de la Convertibilidad.
Es cierto que es pronto para hablar de una crisis bancaria, pero los depósitos por u$s29.378 millones no lucen una cifra tan alta si se tiene en cuenta que apenas cinco meses atrás habían tocado un pico de u$s34.600 millones. Y el goteo, lento pero continuo, pega directamente sobre las reservas del BCRA, que tiene que devolver esos billetes. De hecho, en los últimos días hubo rumores sobre fuertes pedidos de dólares para afrontar retiros masivos por parte de los ahorristas.
La lupa en los plazos fijos
Del otro lado del mostrador, hay también una polémica respecto de cuál es el agregado de pesos que se debe considerar relevante. En los últimos días, Caputo y su principal asesor en temas monetarios, Federico Furiase, han hecho un raid de entrevistas, en el que explican que la base monetaria está congelada en $47 billones. Y por eso hay una especie de garantía contra devaluación: no habrá pesos suficientes con los cuales comprar todos los dólares del Central.
El gobierno deja de lado de la discusión a los plazos fijos ahorrados en los bancos, dado que técnicamente hablando no son un pasivo del BCRA. Sin embargo, los economistas afirman que es ahí, y no en los pesos «transaccionales», donde está el mayor riesgo de devaluación.
Es por eso que todas las miradas están puestas en un eventual cambio de tendencia sobre el volumen de depósitos. Es algo que todavía no se registró, o por lo menos las últimas estadísticas no lo reflejan -hasta hace un mes, los depósitos aumentaban un 11% mensual real-, pero que podría ocurrir ante un deterioro de las expectativas.
¿Qué tan grave es el problema? Ocurre que si toda esa masa quisiera correr a buscar refugio en el dólar, se trataría de una suma que triplicaría la «base monetaria amplia» que el gobierno usa como referencia.
Según el ex secretario de Finanzas Miguel Kiguel, hay que pensar además en un potencial de u$s100.000 millones depositados en los plazos fijos que podrían correr contra el tipo de cambio. Y afirma que esa variable es el punto débil del plan monetario.
También argumenta en ese sentido el economista Eduardo Levy Yeyati, quien recordó una de las lecciones aprendidas en la crisis de la convertibilidad: «Se pensó que la convertibilidad era inmune a las corridas porque la base estaba respaldada con reservas, cuando en realidad los pesos que corren no son los de la base. Infiero una confusión similar cuando hoy se piensa que hoy no hay pesos para correr contra la tablita».
Levy Yeyati argumenta que, durante una corrida cambiaria, lo que se dolarizan son los depósitos bancarios y no tanto los pesos circulantes. Para fundamentar su punto, recuerda que en 2002, al mismo tiempo que el tipo de cambio subía un 300%, el dinero circulante seguía creciendo.
El mismo punto fue resaltado por Roberto Cachanosky, uno de los más duros críticos del plan de Caputo: «Me llama la atención que habiendo tenido tantas corridas financieras y cambiarias, hay economistas que se dicen liberales y digan que si el BCRA tiene reservas iguales a la base monetaria al tipo de cambio regulado, no hay corrida posible».
«Como el sistema financiero con encaje fraccionario crea moneda, la masa de pesos que puede demandar dólares es mucho mayor a la base monetaria», agrega.
Las «tres anclas» cuestionadas
Ese es el debate que se viene, sobre todo porque una vez que se concrete el desembolso del FMI, el discurso del gobierno sostendrá que está superada toda posibilidad de crisis cambiaria, dado que, al sanearse el balance del BCRA, quedó resuelto «el problema de los stocks».
Pero el argumento de «las tres anclas» -fiscal, monetaria y cambiaria- encuentra cada vez más cuestionamientos. Supuestamente, antes de fin de año el dinero circulante crecerá -debido a la recuperación de la economía-, hasta que los pesos circulantes igualen a la «base amplia». Es decir, se eliminará el «sobrante monetario» que hoy queda colocado en Letras de Financiación del Tesoro.
Y ese, en teoría, sería el momento en el que se puede levantar el cepo sin que haya riesgo de explosión cambiaria.
La realidad es que cada vez más analistas desconfían de ese pronóstico. La visión que muchos sostienen es que el gobierno se enfrentará a la disyuntiva de dejar subir al dólar y defender sus reservas -la opción preferida por el FMI- o de pulsear con el mercado y deteriorar la caja del BCRA.
Y rebaten el argumento de que «no va a haber pesos para comprar dólares» porque afirman que si el gobierno se empeña en fijar el tipo de cambio, será inevitable una suba en la tasa de los plazos fijos, algo que podría dañar la liquidez del sistema bancario en el caso de un súbito cambio de expectativas del mercado.
Y el interrogante que se plantean es si, llegado ese caso, el BCRA se mantendrá firme en su congelamiento monetario -arriesgando un temblor del sistema- o si actuará como prestamista de última instancia y abrirá la canilla de pesos. Una disyuntiva difícil, que según el discurso oficial no debería ocurrir.
¿Pensar en un escenario de ese tipo es adelantarse demasiado a los acontecimientos? Algunos creen que sí, por el anabólico que llegará del FMI. Pero otros creen que, con un contexto global que juega en contra, y encima con la incertidumbre típica de un año electoral, el panorama se puede complicar antes de lo previsto.