Sobre el show del video de los aparentes narcos encapuchados con amenazas a Patricia Bullrich y Maxi Pullaro, el periodista y diputado provincial (Frente Popular de Santa Fe) Carlos Del Frade es tajante: «Lo que menos le importaba a Bullrich era si era verdad o mentira. Le servía hablar del narcoterrorismo, la vieja idea de la DEA de los años 90 para impulsar lo que ahora se hizo con el decreto para que el Ejército sirva de policía nacional, como viene imponiendo Estados Unidos en diferentes países de América Latina. Con la excusa del narcotráfico, en lugar de generar política pública de seguridad, genera control social sobre los sectores medios y los sectores populares».
Cuando habla de narcoterrorismo, Bullrich reclama su ley «antimafia», proyecto que dice basar, entre otras, en la ley RICO de Estados Unidos. «Esa ley de 1970, que quiere ser copiada y pegada, no hizo un país más seguro, al contrario. La tasa de homicidios allí es de 5,76 cada cien mil habitantes y en 2023 hubo 19.796 asesinatos. En Argentina la tasa es del 4,4 por cada cien mil habitantes y se produjeron 1.961 asesinatos en 2022. El narcoterrorismo impulsado por la DEA está financiado por los grandes capitales estadounidenses; la población de ese país es la más consumidora del mundo, según la Organización Mundial de la Salud», agrega Del Frade. Y sugiere mirar no solo los datos falsos, sino lo oculto. «Bullrich dijo que en los primeros nueve meses se habían secuestrado en Rosario menos de 270 kilos de drogas (el año pasado solo en cocaína se incautaron 800 kilos). La cifra debe ser real, pero marca que han liberado la ciudad para vender droga y las bandas dejen de matarse entre sí. Detrás del número pasa una gran cantidad de droga y problemas de salud mental. Después que hicimos un pedido de informes apareció la avioneta con 460 kilos de cocaína que hizo crecer la cifra».
«La ministra de Seguridad hace una puesta en escena y una espectacularización de hechos sobre los que no hay pruebas, y muchas veces es falso el delito, para causar indignación y generar consenso alrededor del castigo y apoyo a su agenda. Exagera la peligrosidad de ciertos escenarios y estira la categoría ‘terrorismo’ de una forma confusa, para referirse a fenómenos tan diversos como las redes de ilegalidad, las demandas de comunidades indígenas o las manifestaciones públicas», advierte Paula Litvachky, directora del Centro de Estudios Legales y Sociales. «Esa sobreactuación –sigue– impide discutir si hay amenazas terroristas reales a la Argentina. Y qué se debería hacer para evitar escenarios como los de los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA. Comunicar todo bajo el concepto de ‘amenaza terrorista’ genera un clima de urgencia permanente y tiene consecuencias graves. Termina justificando reformas legales e institucionales como la que el gobierno acaba de hacer por decreto, que amplían la capacidad del Estado para ejercer violencia y vigilancia sin controles».
La exministra de Seguridad, Sabina Frederic, señala que «un problema es que muchos de los operativos falsos, no son considerados mentira por la inmensa mayoría de la población, porque el gobierno los instala como noticia». «En otro plano, el objetivo que se propone, junto con resoluciones que toma cada semana, es provocar indignación en el arco progresista. Salimos todos a contestar y Bullrich se fortalece. Se sostiene en ese juego y situaciones como la de Gendarmería matando a un bagayero en una represión desatada por ella, pasa como algo menor. Lo cierto es que hasta ahora no mostró tener ninguna capacidad más que limitar el derecho a la protesta, violar un derecho constitucional. Los descensos de los homicidios que se registran en Rosario — a su entender– son decisiones de la provincia, y las tomó (Maximiliano) Pullaro. Hace pasar que hace cosas efectivas, pero no hay nada consistente en sus políticas de seguridad».
«Bullrich pertenece a esa serie de funcionarios que hicieron de la seguridad una puesta en escena, una pantomima; para levantar la mano y decir yo existo, mírenme, aquí estoy. Plegándose al estilo de la época, organizó la comunicación a través de la charlatanería y las mentiras sistemáticas. Sabe que para fluir por las redes sociales tiene que exacerbar los conflictos y radicalizar sus puntos de vista, avivar los prejuicios, agitar el troleo», describe Esteban Rodríguez Alzueta, docente e investigadora de la Universidad Nacional de Quilmes. «Por eso –continúa– apela a un lenguaje soez, a las provocaciones, la difamación, el fanfarroneo ingenuo, los discursos improvisados, la vulgaridad, las patrañas y las teorías conspirativas. Cuando la realidad se coloca más allá de la verdad, no importa lo que se diga sino cómo se dice. No importa llevar tranquilidad a la ciudadanía sino movilizar las pasiones bajas de sus seguidores, decirle a esta gente lo que esta quiere escuchar, conectar con su odio o la ira acumuladas».