Si el fútbol siempre se mostró alejado de la lógica, el torneo argentino tiene miles de ejemplos que evidencian que todo lo que no puede pasar, sucede.
El 23 de diciembre de 2023, Vélez le daba la bienvenida oficial a Gustavo Quinteros como entrenador. En un año, el equipo pasaría por momentos de tensión, de calma, de escándalo, de frustración, de celebración. Surfeó la ola de una goleada echa-técnico, el cimbronazo de tener jugadores acusados de violación, el acecho del descenso, logró la proyección de juveniles, participó de cuatro finales y dio una vuelta olímpica.
El 25 de diciembre de 2024, sí casi un año después, se anunció la salida de Quinteros. Que hay proyectos deportivos diferentes para el 2025, jugadores que se pueden ir, refuerzos que quizá no se consigan, pero en sólo un par de días, de debatir si el técnico estuvo bien o mal en ir al casamiento de su hija en lugar de estar con el equipo en la final contra Estudiantes, la despedida de Liniers y su llegada a Porto Alegre se dan a tal velocidad que sorprende.
El tiempo irá ubicando las cosas en su lugar para entender bien qué nos estamos perdiendo, pero lo cierto es que Vélez y sus hinchas deberían parar la pelota. Ponerla debajo de la suela y salir rápidamente del cambio de vibra que supone la derrota con el Pincha y la salida del DT en menos de una semana.
Los nombres propios no están por encima de los escudos y el Fortín deben brindar a fin de año porque sin el presupuesto de los River, de los Boca o del mismísimo Racing, sin futbolistas estrellas y con pibes criados en el club jugó mejor que el resto y se quedó con el título. No sirve quedarse con las últimas fotos si no ver la película entera. Recordar desde dónde se partió y hasta dónde se llegó.
Habrá tiempo si se necesitan cicatrizar heridas, pero este Vélez se merece disfrutar porque una vuelta olímpica no se da todos los días.